jueves, 14 de mayo de 2015

Una noche de jazz


La copa seguía sobre la barra, con la oliva sobreviviente cómo única testigo del Martini. Lo había servido una sensual camarera, de piel clara con algunas pecas aquí y allí, pelo cobrizo que le llegaba hasta los hombros, ligeramente ondulado, y un misterioso vestido negro, ceñido al cuerpo, acompañado de un collar de perlas, seguramente de imitación. Aunque ese pequeño detalle no lo tendremos en cuenta para describir su belleza. El local hoy estaba especialmente lleno. La marea del humo de los cigarros y puros llegaba a la barra, y los cocktels, cervezas y vinos imitaban a los botes amarrados en un pueblo de costa, por ejemplo de Galicia, bajando y subiendo según entra y sale el océano, a capricho de los juegos de la Luna y el Mar. Sonaba Jazz, cómo siempre. Las charlas eran muy animadas y los grupos parecían que se lo estaban pasando muy bien. Algunos, los pocos, iban con traje, imitando a los clubs de los años veinte, de Chicago, pero lo cierto es que la mayoría vestían de calle o sport o casual, según se estilaba en el argot de los centros comerciales de éste loco siglo veinte, que ya daba sus últimos coletazos. Diego, o cómo lo llamaban sus amigos, Dick, se encontraba sentado en una de las esquinas del local. Dónde aún quedaban los sofás que hicieron famoso al Billy's, cuando lo abrieron en los años sesenta. Muy cómodos, aunque para gusto del autor un poco chillones y pasados de moda. Le acompañaba un Tequila Sonrise y una morena, con el pelo larguísimo , los ojos castaños, y un mensaje en la cara que decía: no te acerques, no me mires. Ella sólo fumaba. Mientras miraba de lado a nuestro protagonista, y contoneaba ligeramente las caderas, casi de manera imperceptible, mientras sonaba el tema “Blues Walk” de Lou Donaldson.

- No me gustan que hagas planes sin mi. - Le decía ella, con voz suave pero firme.

Sin responder, Dick cogió una pequeña caja metálica de su abrigo, y sacó un cigarrillo largo. Al instante cogió una cerilla y lo encendió. Después de pasar unos segundos, y unas lentas caladas. Le respondió.

- Esto es arriesgado nena, no es lo siempre.

Y al decir esto dio un sorbo a su tequila. 

David Peña Pardo ©

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